EL CUENTO DEL HADA Y EL MAGO
Era una mañana de tonos grises, de sonrisas descoloridas, y ganas de llorar. Las lluvias de tardes pasadas dejaron ese característico olor a tierra mojada. En lo más profundo del bosque encantado, se asomaba sobre las copas de los árboles una imponente torre.
En ella, no vivía otro que el poderoso mago Zirath, el cual se había refugiado durante tantos años en sus estudios mágicos que vivía completamente solo. Esta soledad lo mataba por dentro. Y aunque, su amiga la bruja Luna lo visitaba todas las noches para reconfortarlo, la soledad seguía calándose en su interior y aprisionándole el corazón. Lo que él buscaba no era la compañía de su amiga Luna, sino de alguien a quien él pudiera volcar todo el amor que durante todos esos años se había guardado para sí.
Un día que paseaba el mago por el bosque, buscando ingredientes para sus pócimas, se topó con esa mirada de azúcar. Esos enormes ojos de miel, con largas pestañas, esa sonrisa de plata y esos labios rosas como fresas. Al ver a la chica de hermosas alas castañas, Zirath un escalofrío de amor recorrió su cuerpo. Por fin la había encontrado, la acababa de conocer, pero lo sabía. Ella era la muchacha con la que compartiría el resto de su vida. Y el sentimiento fue mutuo. Era como si se conocieran de toda la vida, su conexión era tan grande que sabían que iba decir el uno y el otro con solo mirarse.
Ambos pasaron día y noche juntos en el bosque, besándose como si fueran a comerse el uno al otro, el tiempo pasó demasiado rápido. Tanto, que el mago no se percató de que su amiga Luna estaba esperándole en su torre. Ella preocupada fue a buscarlo al bosque y allí fue testigo del amor que el hada y el mago se procesaban. La luna sintió que Zirath la había traicionado, sintió como si miles de témpanos de hielo atravesaran su cuerpo. Su corazón se llenó de oscuridad y se marchitó. El odio envenenó su alma de tal manera que el amor que sentía por el mago no fue capaz de contenerlo. Luna lanzó un hechizo mortal a la amada de Zirath, la cual cayó en un sueño eterno. Un sueño del que jamás despertaría.
El mago no se lo perdonó jamás y con su poder desterró a Luna. La dejó en un mundo frío y oscuro, en el que su brillo se apagaría poco a poco. Desde entonces, los días y las noches eran aún más tristes, no sólo había perdido a su amada, sino también a su mejor amiga. El mago intentó todo tipo de hechizos para devolver la luz a su amada, sin éxito. Estaba al borde de la locura, había pasado días sin comer ni dormir, hasta que por fin dio con la solución. Y a su amada resucitó. Sin embargo, el hada no era la misma de antes. Estaba triste y su cuerpo era frío, sus labios ya no tenían sabor ni tampoco color. Ella ya no pertenecía a ese mundo, sino al de los muertos. Desesperado y ya completamente desquiciado, Zirath se quitó la vida para estar con ella. Y con su amada volvió, para siempre juntos estar.
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